jueves, 7 de abril de 2011

Despertar

Suena el despertador,  alargo la mano abriendo los ojos lo justo para saber hacia donde dirigirla, le doy un manotazo al maldito chisme apagándolo…y nada más despertar esa frase vuelve a invadir mi mente como si hubiese estado esperando toda la noche entre las sábanas ¿Qué estás haciendo con tu vida? y la sensación de fracaso me llena nuevamente el alma haciendo que quiera volver a cerrar los ojos para ver si, con un poco de suerte, puede desaparecer por media hora más.

¿No es maravilloso estar dormida? ¿No sería maravilloso no sentir? Ataraxia. Sí, de acuerdo, también nos perderíamos lo bueno, pero no os engañéis, aunque los tengamos en muy alta estima, los momentos buenos solo ocupan (con suerte) un cuarto de nuestra vida; el resto del tiempo se lo reparten los momentos neutros, malos o malísimos.

Me incorporo en la cama, quedándome sentada un segundo para coger fuerza…este va a ser de los malos. Y me dirijo a la cocina a ponerme un café (bendita droga negra), tomándolo despacio mientras hago un breve análisis de cinco minutos sobre mi vida, apoyada en la encimera.

Maldito demonio, cada día me siento más contaminada, más cansada de luchar contra ti, como me gustaría salirme de estos grises y poder dejarme ir hacia un lado u otro. Como me gustaría que mi ángel ganara y poder ser feliz siendo buena, o como me gustaría que mi demonio ganara y poder ser feliz siendo mala. Pensadlo, sin parte “mala” no cometeríamos errores, pero sin la parte “buena” no nos sentiríamos culpables por cometerlos. ¿Qué creéis que es mejor? Considerando que (según el refrán) “pecar es de humanos”, creo que sería más fácil haber nacido demonio.

Echo la taza al fregadero y voy a darme una ducha, el único momento de la mañana que me gusta.


A.